lunes, abril 8

A veces, solo a veces, es bueno tener secretos.

Y ese era uno de esos secretos que no se podía contar a nadie. Nunca. Jamás.
Pero la estaba matando por dentro, se ahogaba. 
Necesitaba soltarlo aunque sin embargo, cada vez que sentía la necesidad de 
ir a sus brazos y contarle el secreto tomaba aire y se recordaba así misma que no 
merecía la pena arriesgarlo todo. 
Y se acordaba de esas palabras de aliento que un sabio le dijo una vez: 
"Cuando compras un ticket de tren no hay vuelta atrás, tienes que subirte a ese tren. Sí o sí. Tragar con las consecuencias y sonreír, sobretodo sonreír."

Y entonces se planteaba así misma si estaba dispuesta a coger el tren o esperar al siguiente.

La respuesta era clara, siempre esperaba al siguiente.


Hasta que fue demasiado tarde y el tren dejó de pasar.




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