A veces, solo a veces, es bueno tener secretos.
Y ese era uno de esos secretos que no se podía contar a nadie. Nunca. Jamás.
Pero la estaba matando por dentro, se ahogaba.
Necesitaba soltarlo aunque sin embargo, cada vez que sentía la necesidad de
ir a sus brazos y contarle el secreto tomaba aire y se recordaba así misma que no
merecía la pena arriesgarlo todo.
Y se acordaba de esas palabras de aliento que un sabio le dijo una vez:
"Cuando compras un ticket de tren no hay vuelta atrás, tienes que subirte a ese tren. Sí o sí. Tragar con las consecuencias y sonreír, sobretodo sonreír."
Y entonces se planteaba así misma si estaba dispuesta a coger el tren o esperar al siguiente.
La respuesta era clara, siempre esperaba al siguiente.
Hasta que fue demasiado tarde y el tren dejó de pasar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario