lunes, abril 1

      Desde hace varios días, varias semanas, varios meses, trato de ordenar mi mente. Intento recolectar todas mis vivencias y colocarlas por orden alfabético. 'A de amor, B de besos, C de caídas, D de dolor'...

Pero he de confesarte que siempre he sido un desastre.
Nunca he sabido clasificar, estructurar siempre ha sido mi punto débil, mírame, siempre he sido un completo, inútil y inoportuno desastre. 
Nací, crecí, viví siendo ese montón de carne humana sin inteligencia, sin virtudes, me convertí en el animal que acecha los alrededores de tu mente y morí.
Morí.
Morí mil veces.

Fui una persona experta en ocultar mis sentimientos. Jugué al escondite con tus presentimientos, me enredé y enrollé con tus suposiciones. Jugué al escondite con todos ellos y con todos vosotros. Nunca llegaste a darte cuenta en el infierno en el que yo estuve viviendo. 

Nunca me conociste. Nunca lo hiciste.

Nadie, en ningún momento, miró a través.
A través de, a través por, a través desde, a través hacía.
A través de mí y de mi coraza, a través de mis gritos que irrumpían en el silencio, a través de mis escritos, a través de todo aquello que nunca dije pero siempre pensé.

Nadie, en ningún momento, me quiso como quise que lo hicieran.
Nadie, en ningún momento, me valoró.
Nadie, en ningún momento, vivió.

Todos, en cualquier momento, desaparecieron.

No hay comentarios:

Publicar un comentario