lunes, diciembre 16

Primer violín. Ese es su sueño. Ser el primer violín de la orquesta más extraña y caótica. Pero cómo ser primer violín cuando el escenario esta vacío a excepción de tu silla y tu cuaderno de partituras y la en la sala siempre hay más intérpretes que público para disfrutarlo.
No todos los días está solo. A veces un curioso asoma la cabeza por la puerta cuando rasga sus cuerdas con la intensidad y fiereza de las circunstancias. Otras un instrumento más afina junto a su melodía. Una suave flauta que durante casi cuatro compases armonizó con el trémolo de la aventura. Un xilófono que en 5 notas rompió sus baquetas. Un timbal que con un solo golpe desapareció.
Mientras tras tocaba lastimosamente la pieza más tranquila de su carrera y su dedos temblaban en el vibrato un arpa apareció. Un instrumento tan pesando cómo difícil de tocar. Sus cuerdas temblaban con sus notas más agudas haciendo bailar el aire que las rodea en una danza fluida e hipnotizante y el arco del triste violín alzo su energía para acompasar la potencia y la belleza de su canción. Cada una de las casi cincuenta cuerdas del arma sonaban perfectas y con sus solo cuatro cuerdas, el violín, conseguía hacer sonar la música al mismo nivel de carácter, sensibilidad y belleza.
Al cabo de varios compases la historia se repitió. Tras la melodía más intensa las cuerdas del arpa pararon y marchó. De nuevo el violín quedo sentado en el escenario cómo único representante de la orquesta. De nuevo quedo solo. Tocando su solo. El solo.

-Anónimo-

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