martes, enero 14

Me niego rotundamente a que los enamorados no se destrocen la boca a besos, en medio de un paso de cebra. A riesgo de morir atropellados. Como si enamorándose no los estuviera matando a diario. 
Me cruzo de brazos ante los que todavía no saben que el abrazo no abriga. Que el abrazo sujeta. Que el abrazo impide que usemos nuestras propias manos para ahogarnos. Que el abrazo salva a uno del otro, los aleja del yo para acercarlos al nosMe niego al beso que no acaba en abrazo.  A los polvos que acaban en ceniza y no en magia. Me niego a los que juzgan sin haber sido juzgados. Sin haber pasado noches en cárceles ajenas. De esas con las puertas abiertas a la espalda; sin capacidad de ver qué hay detrás, por las ganas de salir adelante. 


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