jueves, mayo 1

Sólo quería a alguien que la quisiera por como era y no por como aparentaba ser.
Buscaba a alguien que supiera de ella hasta lo insignificante, que conociera todas sus risas y todas sus miradas. 

Y pasó el tiempo y no apareció.

Pasaron dos veranos, tres inviernos y cuatro primaveras.

Y entonces apareció, descubriendo cada centímetro de su cuerpo, recorriendo día sí y día también la constelación de lunares que ella tenía en su espalda para asegurarse de que nada había cambiado, recordándole lo preciosa que era -que no guapa, que sí bonita- y sin parar de mirar sus ojos color verde girasol.

Y sólo ellos sabían que quería decir verde girasol.
Y sólo él era capaz de sonreír entre beso y beso.
Y sólo ella era capaz de preferir ser la  mala a quedarse sin su mirada.


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