lunes, abril 21

Acostúmbrate a no acostumbrarte.

Acostumbrarte a escribir en presente las cosas que ya han pasado solo para sentir que lo has superado, escribir en tercera persona para sentirte mejor con tus decisiones, y hablar en tercera persona para que nadie te juzgue por lo que has hecho o dejado de hacer.
¿Pero que pasa cuando se acumulan las cosas y no puedes escribir en presente lo pasado, porque aún es presente? No sé si lo entendéis, ni si quiera sé si lo entiendo yo -que no ella, esta vez hablamos de mi- sólo sé que no sé nada (ay querido Sócrates, si en el fondo te echo de menos a ti también).
Y entonces llega el momento en el que se te acumulan las cosas por las que escribir, las cosas por las que desahogarte porque ya no tienes a nadie con quién hacerlo, porque la confianza se ha ido volando como este frío abril que está acabando. 
Es malo acostumbrarse a las cosas, pero más a las personas. Personas que un día se paran en el camino y tú sigues hacia delante, que eligen otro destino en el que no estás incluido y las vas a echar de menos (porque sí, porque es ley de vida echar de menos a quien un día echaste de más). Pero aún me queda el consuelo de que el mundo es redondo, que esta isla es un simple punto en el mapa, que un día por casualidad volverá todo a empezar (y ojalá no sea con otras personas, ojalá sea con las mismas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario